1.
VAVILONIA
Parece que se hayan caído las bes, que las haya
limado el desgaste de los tiempos y las ideas hasta esa verticalidad convulsa y
virginal de las uves y que las palabras se hayan convertido en valles, en
vosques vírgenes, en varvarie. Eso, o que en el corazón del diccionario haya
habido una violencia tan grande que los trozos de unas palabras se han metido
en el cuerpo de otras y ahí se han quedado ya, en un nuevo lenguaje extremo. En
Julián Cañizares todo eso es posible. No solo es posible: es necesario. En su
alfarería y en su alquimia hierven las palabras, la inteligencia y la propia
idea de poesía. Es su estilo llevar el lenguaje, el suyo, al límite. Lo último que ha salido de su fiereza visionaria
es La lealtadmantenimiento, dicho y
escrito así, y este es un libro que perdurará.
NACISIENTO
Sólo sí
es la palabra y va hacia la palabra.
Sí como
término de ficcionarios y sueños,
de
estrategias y esquemas sin antágonos.
Sí como
representación ilímite del espacio,
de la
clave entratoria del mundo duélico.
Sólo sí
va hacia la contra y hacia el dolor no,
y se
afirmacciona en la belleza de lo ocurriente.
Exhalar
las cosas términas, los caídos hóndicos,
los
cuáles átonos. Pero sí almacena el óptimo,
acrecienta
el lenguaje ir de los días nuevos,
recoge
las flores caídas a los pies permanentes.
No en vano, este nuevo poemario viene precedido
por una cita rotunda, expeditiva del Ulises
de James Joyce: “Sí”. Incisión vital, afirmación poética. No hay más lealtad ni
más mandamiento que esa necesidad de decir sí a la escritura total, al vuelco
total, al derribo de las conformidades. Yo diría que sí a romper lugares y
esquemas, a poner la casa del poema patas arriba. Sí al ilímite. Es esto lo que
exige, con toda seguridad, su escritura: “Autorretrato que retrata el lenguaje.
Autorretrato que retrata a uno mismo.” Para ello, Julián Cañizares se vale de
un lenguaje difícil. En el epílogo a La lealtadmantenimiento lo explica: “El
lenguaje difícil muestra el estado de
consciencia de la persona que no comprende lo que tiene, por qué lo tiene, qué
respira, o qué lucha sufre. (…) El conflicto interior tiene su propio lenguaje,
y así se muestra.” Es imposible no acordarse de la entrega radical de la mística
o la vanguardia. Pero no vayamos aún tan
lejos.
El muy leal Julián Cañizares Mata (Albacete, 1972) pertenece a esa generación
dispar y transitiva de los que empezaron a publicar hacia muy finales del
milenio pasado. Entre todos, él habita con voluntad los márgenes y vive en las
hendiduras de la poesía y del mundo de la poesía. Lejos y muy cerca, en su Vavilonia
privada. En él se cruzan y se mezclan, como veneros feroces y abundantes de
lejanas y altas procedencias, los distintos lenguajes de la poesía. Cuando
leemos uno de sus libros, asistimos a un
deshielo.
XLI (*)
cogió a
Travis y lo colocó sobre una balanza.
Anotó el
peso con cuidado. Luego encendió a Travis
y se lo
fumó tranquilamente, sin prisa,
con
cuidado de ir depositando las cenizas sobre la misma balanza.
Cuando
hubo terminado colocó a Travis
junto con
esas cenizas y anotó nuevamente el peso. La diferencia
de ambos
pesos es el peso del humo.
El único
valor de Travis es el peso del humo.
Ese humo
que siempre asciende y se pierde y parece que nunca pesa.
(Travis poemas)
Desde su torre –siempre a medio levantar–, divinamente
confundida de idiomas y majestuosa en su inconclusión, mira los humeantes dominios
de la poesía. En sus poemas y en sus palabras, los destinos del lenguaje son –¡por
fin!– la aventura, el tropiezo, el prodigio y la subversión. Libro a libro, se
sume en los ámbitos del buceador, en las simas del espeleólogo sin otra luz, sin
más lealtad que un lenguaje prístino, recién nacido, adánico –como quiso el
Morelli de Rayuela. Sin duda, piensa
que todo poema debe entrañar una rebelión y que cada palabra ha de ser siempre
la primera palabra. Con toda su humildad fascinante, nos lo explica y nos explica que después de escribir un poema
se siente diferente, ya es otro.
BOMBÓN
Si yo
hubiera nacido hace quinientos años
habría
trabajado para el duque de Urbino.
Pero no
aprendí perspectiva. Ni insulté
a los
caballos más prestigiosos. Ahora me conformo
con
esperar a que se acabe el mundo.
Rodeo con
mis brazos toda la ternura,
levanto
la copa y bebo.
Soy un
hazmerreír insensato, lo sé,
pero ayer
mismo pude ver a un hombre sin cabeza
y un gato
llamado Wilson.
Mis pocos
arreglos son exagerados,
cuando
espero pacientemente.
Ahora
pienso que tenía que haberme enamorado
antes de
ser condotiero.
¿Dónde
está el duque de Urbino?
(El hombre sin
cabeza, el gato Wilson y el condotiero Fajardo)
¿Dónde estará ese duque? ¿Dónde estará Urbino
en él? Nosotros, que nos asomamos a sus poemas, miramos desde un vértigo
inesperado en la superficie de esas aguas, en su cartografía íntima, y vemos a
otro siempre. ¿Cómo no? La poesía es su doble forma de vivir, su poliedro iridiscente,
su transformación. La correspondencia arde en el corazón de la imagen. La vida
poética explica cómo son las cosas, cómo pudieron ser. Y cada vida tiene un
verbo: es un relámpago. La consumación de un instante. La consumación de una
tristeza. Su poesía habla del “ya”, aclara, desde una inmediatez y un presente
absoluto que le dan a su arte ese aire prometeico, transitorio, absolutamente
fruto del instante. Paseamos por un instante por el desierto con Sam Shepard,
Maiakovski o Juan de la Cruz, y chascan las botas de cuero sobre el cristal de
la arena, sobre el sinuoso silbido de la serpiente. Es solo ese instante que
nos convierte en otro, que a él lo revela otro, ese otro rimbaudiano que cruje
y es ya otra cosa, con esa naturalidad de lo que no nos pertenece ya. Desde su
atalaya ahogada Paul Celan se remueve. César Vallejo explora el interior de la
tahona. Joan Brossa inicia un nuevo vuelo de palabras.
2.
LEALTAD
Desde la Vavilonia del lenguaje y las
emociones, desde su noble invasión de las fronteras, desde la anexión,
Cañizares prefiere, con gran criterio, las obras a los autores. Dice adiós a
las idolatrías biográficas, a las pseudobohemias de postal, a la anécdota fútil.
Da su clara bienvenida a la razón de ser única del poeta: el poema. En su caso,
el poema que se piensa, que se inquiere, que se roza.
RÍOS
En este mundo de rozaduras, se
lucen los ríos solos.
Ya no son
azules, sino verdes, y rozan el terreno,
que puede ser un valle o una lateral
del cielo,
rozando
oportunamente porque así se gestiona todo.
En este
mundo de rozaduras yo rozo con las manos,
con el
bolígrafo. Y rozo cuando me he vuelto serio,
cuando he
repudiado el interior de una ventana,
en tanto
llueve en alguna parte, o un pájaro come.
Rozo mis
pies en la playa y la playa me roza a mí,
y este
empate técnico se aparece al mundo exterior.
En este
mundo de rozaduras el resto sustituye lo que no ves,
un centro
lleno de superficies que pueden ser cosas.
El pájaro
que no vuela roza el aire, y el pájaro que vuela
también está rozando el aire con las
alas que rozan
al
pájaro, que me roza a mí cuando lo contemplo,
y que yo
rozo lo que vive junto a mis perfiles.
(El llano
en llamas, antología. Fractal 1.0)
Entre sus referentes declarados, Julián prefiere
a abridores de vía como Federico García Lorca, John Ashbery, Walace Stevens,
Lawrence Ferlinghetti, Alvaro de Campos, Carlos Edmundo de Ory o el indomable Juan
García Rodenas, igualmente pánico,
rompedor, freak. Recordemos que con
Juan participó en Tres tipos con gafas,
de la mano editora de Rafa Núñez para Academia de Samotracia. Poetas.
La suya es una obra casi estrictamente poética,
jalonada por títulos como Vavilonia,
editado por la revista literaria Ayvelar
6, en 1997; Travis poemas,
en Diputación de León, en 1999; Los
elementos del clima, revista Aventis, en el fastuoso verano de
1999; El hombre sin cabeza,
el gato Wilson y el condotiero Fajardo, dentro del libro Tres tipos con gafas,
editado por la editorial Academia de Samotracia, en 2001, con Juan García
Rodenas y L. E. Cauqui; Sustituir estar,
en la prodigiosa DVD, 2009; Lugar y Esquema,
para La Isla de Siltolá, 2013. Acaba –hace apenas unos días– de publicar su
último poemario, también en La Isla de Siltolá, La lealtadmantenimiento (2015). Solo recordaré que participó en la
primera edición de Fractal, que estuvo en la antología Generación fanzine de Arturo Tendero y que nos unieron Los deseos y la gran antología de Miguel Casado, Mar interior.
Julián Cañizares reside en Córdoba desde hace
años y ha ido hilvanando una obra poética singular, muy personal al menos, en
apariencia al margen del mainstream.
Y es un poeta del siglo XXI, fanzinero, curioso, entregado y reservado. Ha
dirigido con diligencia, sensatez y riesgo el fanzine Ayvelar. Ha hecho de la
poesía experimentación, de su actitud una disposición terrible a épater le bourgeois. Tiene, en
definitiva, el encanto de lo verdadero.
Por supuesto, cree en los diversos lenguajes de
la poesía, en sus distintas pieles. A esta brillante sucesión de pequeños
éxitos lingüísticos y vitales, a sus conquistas y a sus riesgos llegamos hoy. Como
él, nosotros creeremos que hay un libro suyo, una palabra suya, esperando al
lector a la vuelta de la esquina: este es el gran destino que augura para
ambos, lector y libro. Solo hemos de buscarlo en las cercanías de tanta
inmensidad.
3.
ENTREVISTA
AGC. Leí
Travis Poemas y me quise ir a vivir en ese libro. ¿Quién eras entonces?
J.C.M. Quería escribir. Y quería una expresión
solamente mía. Identidad. Centro. Lugar. Quería tener cierto control sobre mis
alrededores. Quería tener algo que me hiciera comprender para qué sirve vivir.
Y quería algo que me hiciera pasear con la conciencia tranquila. Travis poemas es mi primer libro, con un
pensamiento y una emoción recorriendo, por primera vez, todos los poemas. Un
primer intento de escribir viviendo.
AGC. ¿De
dónde vienes, dónde estás, adónde vas?
J.C.M. Mi poesía es sobre el momento que piensa
en el pasado, y el momento que imagina el futuro. Es un pensamiento y luego una
emoción. El presente. Responder a esas preguntas significa una respuesta nueva
cada poema. O la misma, pero matizada. Lo único seguro es que no las conozco,
afortunadamente para mis poemas. El día que las conozca, espero que no llegue,
tendré que dejar de escribir.
AGC. ¿Cómo
lo haces para publicar en DVD o en La Isla de Siltolá?
J.C.M. Cuando termino un libro, se lo envío a un editor, un editor
que me guste por su catálogo, por su forma de entender la edición de poesía. Y
tanto Sergio Gaspar, en DVD, como Javier Sánchez Menéndez, en La Isla de
Siltolá. han confiado en mis poemas. Asumo y respeto la suerte que he tenido
con ellos.
MADRE
Sólo la madre no es sustituible aunque no esté
y los
físicos digan que desaparecen las cosas.
No la
encontraremos en lo alto de la montaña,
debajo
del edificio, en los ojos de un pájaro,
en la
copa de los árboles o en los horizontes.
Tal madre
se escapa a la física, a la
conciencia,
a la
patada que dimos al perro con siete años.
La madre
no es sustituible porque nos enseñó
que no
debíamos cruzar sin mirar. Y miramos
continuamente antes de cruzar el
universo.
A derecha
e izquierda, como los más negativos.
Sólo la
madre no es sustituible, haya vida
donde
haya vida, haya aire donde haya aire.
La madre puede estar en muchas
fotografías,
pero no
se queda en ninguna, porque no entra,
sino que
está fuera, contemplando y meciendo.
La madre
no es como la línea del horizonte,
que tiene lecturas diferentes, según
la lectura.
La madre
viaja en dos asientos, uno es tuyo,
el otro
suyo, y el viaje no es como lo entendemos.
Es el
viaje de la madre, sin opinión de los físicos.
Nunca
hemos querido sustituir a la madre,
se ponga
como se ponga la máquina más dulce,
el
universo más delicado, la sirena más rabiosa.
La madre
no es sustituible, y eso es suficiente.
(Sustituir
estar)
AGC. ¿Qué
es la revolución? ¿Puede ser poética?
J.C.M. Como profesor de Sociales enseño a los
alumnos que revolución es todo
aquello que cambia la vida del ser humano, que marca un antes y un después en
nuestra evolución. Me gusta llevar eso a la poesía, y sí, hay revoluciones. Mi
revolución fue leer Poeta en Nueva York, por ejemplo. Cuando escribo quiero
pensar en revolución. Me parece un
sinónimo de vida. A veces lo consigo, y otras no. Y cuando digo revolución,
digo en la Historia de cada uno de
nosotros. Mi escritura tiene su propia evolución poética. Algunos libros son
“revolucionarios”, y otros son simples continuaciones de libros anteriores,
repetición de patrones, modelos, temas. Naturalmente, “revolución” es un punto
de partida. Necesito escribir creyendo que estoy haciendo en mi poesía un
Neolítico, o una Revolución francesa.
AGC. ¿Cuáles
son tus modelos? ¿Qué tipos de escritores prefieres?
J.C.M. Prefiero hablar de libros. Cuando uno
lee un libro de poemas, su autor sobra. Es cierto que tengo predilección por la
obra de algunos de ellos. Siempre poemas que me sugieran originalidad,
lenguaje, pensamiento, identidad poética.
XX
(RECUERDOS)
los
diarios de Travis han sido encontrados en perfecto estado.
Las letra
es clara, sin faltas de ortografía, margen de dos centímetros
a derecha
e izquierda. Nadie los ha reclamado,
nadie se
ha interesado por ellos. Extraña toda esta incomunicación,
por la
tarde y por la mañana, por la noche y por la calle;
ni
siquiera están dentro de vitrinas o protegidos por una ley secreta.
No hay
oposición alguna y hasta es posible que dejen fotocopiarlos.
Nadie
está tan ocupado como para no poder beberse un vaso de agua.
Sin
embargo, a pesar del buen estado de los diarios de Travis
nadie ha
venido a leerlos; quizá la culpa la tuvo él
por
haberlos escrito con buena letra.
Estamos a
finales de agosto.
(Travis poemas)
AGC. ¿Crees
que hay una estética pop o indie en tus poemas?
J.C.M. Para nada. Tengo un vocabulario muy
limitado. Y sobre todo muy común. Apenas utilizo nombres propios. Por eso el
pop y el indie no me llaman a la hora de escribir. No me encuentro cómodo con
los nombres propios ni con ningún tipo de estética.
SERTE
Respeto
mucho la no belleza,
así como
su dolor de no besar,
su
reestructura de amanecer;
porque
podría estar en su crono,
en su
fleco de biógrafa curva,
su ridículo
inmisterio de no estar.
Transmitir
y transomitir,
según el
instante verídico,
según la
clave intuillorada de sí.
Es clave
de aquisentir el gesto,
y
bosquear sus praderas,
saber los
bloques que flojean
por si,
derrumbados, pesan
sobre la realidad
biográfica.
Puedo
serte, y así se respira.
(La lealtadmantenimiento)
AGC. ¿Crees
que se podría hablar de una tendencia pop, urbana o algo así en la poesía
española contemporánea?
J.C.M. Puede. Veo que es muy diversa, y ahí entran
esas tendencias. Lo normal es que lo pop y lo urbano esté más presente,
sencillamente porque es nuestro significante actual.
AGC. ¿Córdoba?
¿Albacete?
J.C.M. Es como comparar el día de nacimiento
con un día de cumpleaños. Los dos son felices, pero uno es único.
AGC. ¿Qué
traen los jóvenes?
J.C.M. Continuación o revolución. Algunos
repiten modelos y copian a otros poetas, imitan consciente o inconscientemente.
Otros buscan su propia poesía. Y en esa búsqueda añaden frescura, nuevas ideas,
caminos por descubrir. Las dos son opciones válidas, depende de lo que busques.
No significa tampoco que continuación y revolución sean paralelas, porque no
hay que olvidar que todos empezamos imitando. El paso a la identidad es otra
etapa, si existe esa otra etapa. Lo mejor de la juventud es la capacidad de
sorpresa. En la juventud la sorpresa es más “natural”, más coherente. Y,
naturalmente, no hablo de juventud cronológica.
BOSQUE
Raramente me quedo fuera del bosque
cuando quiero entrar en el bosque.
Sustituyo la ausencia y entro por derecho propio.
Fuera del bosque está mi ausencia, pero poco.
Algo queda si pienso en ello. Descanso en un árbol
cuando en el bosque hay árbol, veo al pájaro
cuando en el bosque hay pájaro, toco el río
cuando en el bosque hay río. No siempre hay bosque
en el bosque, pero si decido entrar existe,
con las características que queden o que recuerde.
En la diaria lucha contra el vacío sale esto.
Fuera del bosque hay otros que piensan en mí,
y hay otros bosques, pero yo estoy dentro y soplo.
Como un hilo de humo el bosque no se diluye.
Estoy en lo cierto, estoy en el bosque.
Raramente me quedo fuera del bosque
cuando quiero entrar en el bosque.
(Sustituir estar)
AGC. ¿Qué
literatura contemporánea te gusta y por qué?
J.C.M. Cualquiera que me sorprenda, me divierta
o me emocione. Últimamente, por ejemplo, “Gordo Juan, tienes una voz de
trueno”, “This is your home now”, “Aprendiz”, “Egoclasta”…
AGC. ¿Solo
poesía o lo que caiga en tus manos?
J.C.M. Me gusta leer poesía, novela, relato. No
tengo preferencias. Sólo tengo una norma: un ruso en verano.
AGC. ¿Cuándo
escribes? ¿Cómo?
J.C.M. Normalmente, escribo los libros en poco
más de un mes. Previamente, ha habido mucha anotación de ideas, de palabras, de
poética. Luego escribo muchos poemas de una sentada. Y finalmente, cuando
siento que no hay nada más, pues reviso, corrijo, selecciono. Hasta dar con el
libro definitivo. Mi forma de escribir es más una respuesta a mi necesidad de
escritura, esa manera de aprehender el momento. Escribir durante un periodo
largo confundiría ese momento.
AGC. Tus
libros trazan una geografía propia. ¿Qué tienen en común todos ellos?
J.C.M. Que son mi momento. Como el final de
“Los duelistas”. Esos 2’44’’ últimos de la película son el mejor ejemplo de
momento poético. Al fin y al cabo, la geografía de cada uno son sus palabras, y
los libros no dejan de ser mapas del instante.
AGC. ¿Qué
son tus libros? ¿De dónde sacas los títulos: Sustituir estar, Lugar y Esquema?
J.C.M. Mis libros son yo. Y los títulos son
como me enseñaron en la escuela: síntesis del contenido. Las palabras que han
ido marcando los poemas, que han estado presentes en el tiempo de composición
de los poemas.
AGC. ¿Qué
te parecen los poetas noctámbulos, los bohemios, los que han hecho de su forma
de vivir un poema?
J.C.M. Tienen una forma de entender la emoción
de la escritura distinta. Tienen la pasión como adn. Conciben la vida como ese
poema que escriben.
AGC. Ética
y estética, pedía Jean Paul Sartre. ¿Hacia dónde se inclina la balanza de la
poesía hoy? ¿Qué rumbos debería tomar?
J.C.M. Hoy en día la balanza es insuficiente.
No tiene dos platillos, sino muchos, y así es imposible que la balanza sea
balanza. Afortunadamente. La poesía tiene que coger cualquier rumbo que se
descubra. Pero sobre todo un rumbo pensado, libre. Ya no es tiempo de balanzas.
AGC. ¿Para
qué valen las antologías? ¿Qué hay de bueno y de malo en los festivales?
J.C.M. A nivel poético, no valen para mucho. Sí
a nivel divulgativo, porque dan a conocer. Gracias a ellas yo he descubierto a
muchos poetas. Es una buena base de datos, un punto de partido para la
investigación de nuevos poemas. Los festivales siempre son útiles, por lo que
supone de intercambio de ideas, y porque permiten conocer al poeta, su obra de
una manera más directa. Escuchar en directo a José Manuel Martín Portales, por
ejemplo, es un privilegio.
AGC. ¿De
qué es dueño el poeta? ¿Cuál es el tesoro que busca?
J.C.M. El poeta es dueño de lo que busca en el
poema. Y lo que busca es lo de siempre: conocimiento. Y yo. Mucho yo. No como
centro del mundo, sino como centro mismo del universo. Al fin y al cabo, somos
racionales, no podemos emocionarlo. El poeta simplemente utiliza una forma de
expresión, como cualquier otra. No hablo de egocentrismo en el concepto
“vanidoso” del término. Hablo de que el poema es el verdadero latido consciente
de nuestra idea del todo. El poeta es dueño de ese latido en el momento en que
escribe un poema. El poeta trata de conocer el yo, la belleza, la palabra
singular, el estado permanente de respirar. Cualquier cosa que lo haga yo.
SALIDA DIRECTA AL PAISAJE QUE IMPORTA
Superior nieve sobre un campo desnudo.
Parado el coche, otra vez un vistazo al paisaje
de los zorros invisibles.
Es posible que estén ahí,
pero
yo no los veo.
Detrás del árbol, quizá detrás del otro árbol.
Un término medio exactamente,
ni dentro del asunto ni encima del suelo,
un término medio
sonando
a potencias y lugares.
¿Qué es aquello que se mueve? ¿Es un zorro?
No. Es la presencia invisible,
la
media aritmética de su latido,
el lugar habitado.
Un zorro que, si estuvo, está,
y el árbol sólo te avisa por si quieres sentirlo.
Ya forma parte del paisaje, y de los cambios.
Yo creo en los lugares
que
me has explicado.
Los zorros no estaban en ti,
pero sí estaban en mí.
Y eso es no cambiar nunca pero cambiando.
Salida directa al lugar que importa.
(Lugar y Esquema)
AGC. ¿Qué
pasa en la poesía de Albacete?
J.C.M. Que está de enhorabuena. Hay muchos
poetas, muchos registros, muchas ganas de escribir. Y no es un fenómeno de
ahora, sino que lleva ya tiempo. Iniciativas como Fractal, en los últimos años,
sirven para mostrar esa evidencia. Y años antes las muchas revistas literarias
que se editaban en Albacete, y que servían para escribir, hablar de literatura,
conocer otras maneras poéticas. Hay mucho trabajo detrás, muchos poemas detrás.
Lo que pasa es que ahora es cuando empiezan a aparecer los nombres. Una
sencilla cuestión de justicia poética.
AGC. ¿Qué
te parece el panorama social y político del país?
J.C.M. Tenemos necesidad de honradez política.
Un replanteamiento de algunas instrucciones del juego. Que un montón de malos
políticos y malas costumbres nos dejen en paz (y la justicia ajuste cuentas).
Que la gestión de la política, de la economía y de la cultura esté en buenos
políticos. Nuevos partidos, viejos partidos, y buenos políticos. Ser
conscientes de que estamos en otra “transición”, con una importante necesidad
de reencontrarnos. Como ciudadanos, y como proyecto de una sociedad leal.
Llega un cambio generacional, que necesita otro
modelo político. No en su naturaleza, pero sí en los elementos de esa
naturaleza. Palabras como honradez, igualdad o transparencia han que tener una
presencia indiscutible, no aproximada. Somos una sociedad en progreso. Y
tenemos que seguir creciendo. Este es un buen momento para demostrarlo, y ser
leales con la idea de sociedad presente, no pasada.
4.
EPÍLOGO (HACIA DENTRO)
Este es Julián Cañizares. Un tipo jovial hacia
dentro, discreto. Explota cuando escribe poemas. Explota cuando habla de
poesía. La conversación con él te deja siempre la admirable sensación de estar
aprendiendo. Sorprendido en su voz, en su perspectiva de las cosas, te vas a
casa y abres un libro de poemas. Te vas después de haber estado con un amigo,
sabiendo que las confidencias poéticas son el máximo nivel de lealtad y de
inteligencia. En su doble discreción se mueve, y en ello deja entrever a todo
un animal creativo. Dará que hablar. Lo tenderemos siempre presente. A su lado,
discurrir por el mundo increíble de las palabras es acercarse a lo inexplorado,
esperar a mitad del poema o de la tarde un giro brusco de los acontecimientos
que –delicadamente– te levanta del suelo y te hace volar.
Andrés García Cerdán