LA
CIUDADANÍA POÉTICA DE PABLO GARCÍA CASADO
Hacia García
1.
SOBRE
LA PULCRITUD DEL REALISMO SUCIO
No es una paradoja lo que anuncio como
punto de partida de estas reflexiones sobre la poesía de Pablo García Casado y
su último libro, García. Lo que en la
literatura norteamericana y luego en la occidental se llamó “realismo sucio” (cerca
del realismo social-existencial, el documento underground, la crónica poética
urbana o el naturalismo crítico) atesora algunas de las cualidades que definen
un producto literario como pulcro. Los textos de esta tendencia proceden de una singular depuración de las formas, de la
reducción a lo esencial de los elementos retóricos del relato o el poema (que
suele ser narrativo). Creo que las canciones de Ramones pueden ser un buen
correlato musical de lo que intento explicar: una actitud punk, directa, desnuda ante la lengua y el mundo. Esta esenciación
deriva en ocasiones en un minimalismo descarnado. No hay lugar para lo espurio
o lo superfluo. Se va a la raíz del asunto desde el primer momento y al final
no hay una amplia cola delicuescente de pavo real: solo el portazo que sella el
poema. A esto hay que añadir la sobriedad, la parquedad, la precisión en el
lenguaje. Se diría que el poema realista sucio procede por condensación, como
las gotas que corren por las ventanillas del coche en invierno. Esta
condensación y la concisión argumental, estructural, lingüística se
complementan furtivamente con el sentido extra, imprescindible, que el contexto
y el lector aportan con abundancia y complicidad, y que acaba lanzando los
textos a una profundidad desconocida y a una rotundidad imparable. Tras leer
uno de los cuentos de Raymond Carver, por ejemplo, queda la sensación de que
algo se te ha escamoteado, que te lo han dicho entrelíneas, pero que ya lo
sabías, por supuesto que lo sabías: estaba dentro de ti antes de empezar a
leer. Hay en esa aparente simplicidad mucha fiereza existencial. Despojar al
relato o al poema de lo accesorio es reconocer en él una pulsión mucho más
fiera, nuclear, la que no necesita palabras de más, la que se basta y se sobra
en su intensidad, en su vitalidad para activar un movimiento de conciencia. Así
en la poesía de Pablo.