martes, 19 de mayo de 2015

Cinco poemas de LA SANGRE.








La sangre

¿De la espesura
de qué orilla ha surgido el tigre?
¿De qué sombra anterior a nuestra sombra
proceden su zarpazo
brutal, su exhalación sin nombre,
las almendras salvajes de sus ojos?
¿O estuvo siempre aquí
y no supimos darnos cuenta?
Es terrible su agilidad
mientras se arquea en la amenaza.
Olemos su peligro. La inminencia
del ataque nos petrifica
y nos embriaga.
Porque hay algo más que temor
en este último desasosiego:
deseamos morir,
oh sí, cuanto antes morir
en el filo de sus colmillos agudos,
en la presión de sus mandíbulas.
Tal vez sea lo único digno de nuestras vidas
este momento.

Antes que escape
y otra vez sea fuego donde no lo alcancemos,
en nuestros huesos ha de crujir el rugido
inextinguible de su fuerza.
Nuestra sangre será decantación
de una única herida decisiva,
nostalgia de sus pasos fulgurantes
sobre la hierba.





Contra el invierno

No podrás resistirte —no, al menos,
durante mucho tiempo más—
al empuje imparable de las cosas que amas.
Como una avalancha
te arrastrarán al fondo del amor,
tirarán de ti hasta dejarte al borde
del verano exquisito de tu vida.
Entrégate al rumor que traen los días
y al rumor que en ti suena.
Con la máxima fuerza salva el reino
que en tus manos acaba de caer.
Vuelve tus manos a la luz que cae:
recógela, es tuya.
Es la imagen de lo que no se rinde.
Es la imagen de aquello
a lo que no se puede renunciar.
Con el hambre entera del mundo
entrégate a este don
y levántate y mira de frente al mar y lárgate
de aquí tan pronto como puedas.
Antes que la primera sombra anuncie
el nuevo invierno, por la orilla
y por el mar de fondo márchate.
No permitas que nada ensucie este momento.


 


Estudio de mosaico

Late dentro del mármol
el corazón salvaje de una belleza nunca
revelada. Esto es 
algo que supo Michelangelo.

Mientras sus manos, fieramente heridas,
temblaban por las calles heridas de Florencia,
lo supo.



Cuello

[Zygmunt Bauman]

La modernidad líquida es tu cuello.
A él me inclino, bebo en él las aguas
y la luz. En sus fuentes reconozco,
como Shakespeare, una corriente mítica:
Let me confess that we two must be twain,
although our undivided loves are one.
Antes, ardió en las naves de la Ilíada
o fue tormenta en Turner, resplandor
en una línea indómita de Nietzsche.
Ahora está en mis labios el secreto
y, una y otra vez, digo y callo todo.
Semejante a la noche, lo pronuncio.
Bebo tus aguas, eso es lo que importa.
En los brazos de Orfeo morirán
las microestéticas. Morirá Jimmy
Hendrix en un calambre. Jacques Lacan
indagará en la furia. Pero siempre
quedará esta humedad de tu cuello, ánfora
fenicia, láser fluorescente al que
me arrojo, donde aliento y me ahogo.


 

Espejos

Buscarás en las calles,
en la semántica
rebelde de las nubes,
en la profundidad de la raíz,
esa palabra única
que dice toda la verdad.
Y estarás solo en la tormenta,
atado al timón, solo
como nunca has estado,
mirando en todas direcciones.

En el centro del pecho sentirás
el temblor de quien teme equivocarse
y, sin embargo, sigue
hacia delante
buscando su fortuna
por el líquido espejo de los días,
sin volver ni una vez la vista atrás.




Andrés García Cerdán

 

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