jueves, 21 de mayo de 2015

LA SANGRE de Andrés García Cerdán (por Trinidad Gan).





ESE ÁRBOL DE SANGRE QUE SOMOS

Notas a La sangre








 La sangre
Andrés García Cerdán











Me persigue desde el fondo del sueño la imagen de un árbol. Un árbol de múltiples troncos en cuyo interior, oculto, va creciendo un libro. Y pienso que ese árbol es metáfora del entramado de ramas que nos va creciendo alrededor durante la vida, como las vueltas de crisálida en que se encierra toda metamorfosis, hasta crear una oscuridad sobre nosotros de la que ignoramos muchas veces que va a estallar en luz. En este sueño la punta de un bolígrafo va trazando surcos en la madera, grietas por donde escapa una savia que, con distinta velocidad y torrente, se derrama cuarteando el gastado árbol que éramos para después alzar el nuevo árbol-libro de cada uno, justo desde el centro de un charco que recoge la savia-sangre del antiguo.

Sirva este pequeño cuento onírico para  ilustrar la impresión que ha dejado en mí este libro de Andrés García Cerdán, sus páginas abiertas hoy en mis manos con toda la fuerza de una escritura, la suya, que, desgarrando las ramas inútiles de lo vivido, aprovecha solo la savia de lo verdadero, lo que convoca belleza y dignidad, para levantar el estupendo poemario, que ha sido tan merecidamente ganador del II Premio Internacional de Poesía Ciudad de Almuñecar, ahora publicado en la hermosa edición de Valparaíso.

Desde su solapa anotamos que este poeta, nacido en  Fuenteálamo, 1972, cuenta ya con una importante trayectoria (los poemarios Los nombres del enemigo (1997), Los buenos tiempos (1999), La cuarta persona del singular (2002), Curvas (2009) y Carmina (2012), así como el ensayo La realidad total. Sobre la poesía de Julio Cortazar) y ha obtenido los premios de poesía Barcarola, Antonio Oliver Belmás, Ateneo de Alicante y Ciudad de Pamplona. Y otro detalle interesante, que luego veremos reflejado en su obra, es su faceta de músico, ya que forma parte de la banda de punk-rock Leñadores y del grupo The Rimbaud Company.

Su última entrega poética es “La sangre”, un sencillo pero sorprendente título: esa palabra (“sangre”) aparentemente tan cotidiana y poco necesitada de explicación alguna, encierra toda la dualidad de la vida. Porque la sangre siempre recorre dobles caminos: es la que sale del corazón y la que vuelve a él de retorno, levantando con ello el cauce de nuestro latido (esa primera música, nuestro primer ritmo), creadora de lazos comunes pero también origen de todo dolor cuando se derrama y apaga el tiempo, tinta interior que puede ser burbuja, gota a gota o cascada cayendo en la memoria del que escribe y además un río largo que acerca las orillas de los dedos del poeta hasta sus lectores.

Porque es esto último lo que hallamos al abrir el libro de Andrés: una sangre  de palabras que, al compartirlas-leerlas, da vida, mancha, duele, pone color, estalla desde sus versos en nuestras bocas, en un latido íntimo que se vuelve carnalidad y cuerpo en cada uno de los poemas. Nos dejan sus palabras, marcadas en las páginas, un preciso ritmo de ida y de retorno hacia nosotros mismos, sus letras trazan arterias diferentes por donde corre el pensamiento del mundo, la fragilidad de lo humano, la música y la belleza y, al repasarlas, encontramos siempre las huellas de un poeta que  ha caminado atento a lo que palpitaba en su interior pero también sabiendo observar y anotar con justeza la geografía humana que le rodeaba, su paisaje -ahora desolado- de vidas en difícil y terca supervivencia, la incertidumbre de un futuro que ya tarda en confirmarse.
  

Así nos acerca en muchos de los poemas apuntes del natural, cuya sencillez cercana a lo narrativo se ve luego trascendida por el fogonazo de unos versos finales que apuntan una verdad de vida, susurrada como descubierta al azar, ofrecida con desnuda sinceridad. Esa misma sinceridad con la que en algunos de sus textos cuestiona su propio oficio de escritor, descarta la tan acostumbrada pose de poeta porque sabe que la escritura no es un inasible don divino sino una herida, una obsesión muchas veces incapaz de captar totalmente la realidad, como confiesa en aquellos versos más metapoéticos, donde unas estupendas imágenes saben acercar a cualquier lector este personal conflicto. Su mirada incisiva repasa también el rastro que dejó la modernidad (cultural y musical)  en su recuerdo y se detiene sin miedo a recibir el dardo de la actualidad más lacerante, sin olvidar tampoco esa tabla de salvación que puede llegar a ser el amor. Nos va convocando así poema a poema, extrayendo toda la luz posible de las inevitables sombras, a unirnos a su carpe diem, a cantar la esperanza. 
 
Para acercaros a las aceras con árboles de sangre de este libro solo voy a trazaros una breve cartografía. 
                                                                    
Abierto con unas espléndidas citas (inolvidable la de Tomas Tranströmer: “Oigo mi sangre circular, la cascada/ oculta dentro de mí, con la que ando a cuestas”), la primera de las tres partes que lo componen se inicia con un excelente poema “Nada más, que nos trae ya esa dualidad de la sangre y la existencia de la que os hablaba, en la que el poeta, como habitante de encrucijadas quizá abocado sin remedio a abrir una caja de Pandora donde batallan hielo y fuego, alza el verdadero territorio del poema, en versos como estos:

 Escribir un libro que duela 
como duelen las cosas más hermosas… 
ir tejiendo una noticia 
en cuyo centro quepan los relámpagos 
y el barro del camino.

Justo después, en el estupendo entramado rítmico del poema La sangre aparecen encadenados algunos de los leivmotivs del autor: la figura amenazante pero hermosa del tigre, la presencia salvaje del fuego, la vida como herida necesaria). El poeta en esta sección desgrana, casi en alternancia, textos que recogen una mirada interior, la reflexión de su experiencia:  los excelentes El pequeño Narciso”, “El mar abierto”,    La  porcelanao Contra el invierno” (del que transcribo estos versos: ·”Vuelve tus manos a la luz que cae: / recógela, es tuya” ) junto a algunos apuntes: Conquistas”, “El  incendio”, “Dinamita”, “Miserias”,Veneno”, “Siempre(“Este dolor sabe de qué hablamos/ y en qué lenguaje / los que todo tenemos y hemos perdido todo”), que nos gritan su amor a la palabra desde las cicatrices mismas de su corteza de hombre.

Ahora bien, la sangre, además de denotar heridas, es, como he señalado, latido, ritmo pronunciado dentro de nosotros y si hay un lugar donde queda patente  mi afirmación es el poema Velvet Blues”, el más extenso y narrativo del libro hasta el punto de constituir la parte segunda del poemario). En este poema la música es protagonista y, con hermoso trazado onírico en diluvio, Andrés nos  habla de una llovizna y una soledad que se convierte en muchedumbre. Ya nos decía Borges que “La lluvia es una cosa que sin duda sucede en el pasado” y, así, los versos de Velvet  son canto a toda una generación: en rápidos tracks de los 90s nos llegan mojados por el recuerdo del baile de las canciones escuchadas en vinilos (The Who, Ramones, Lou Reed), de los versos infernales de los poetas malditos, de la felicidad que nos dejó la camaradería y la ciudad en el lado canalla de la noche.





Pero el poeta, desgajándose de añoranza tanto como de soledades interiores, da un paso más, el necesario, hacia adelante, entregándonos, en la tercera sección del libro, poemas de acercamiento al otro: al otro singular  (el elegido en tú para el fuego del amor, y os anoto aquí los hermosos Cómo mirar las llamas”, “Cuello”, “Ella mira las nubesoBesos) , a los otros-comunidad , en la que Andrés implica su palabra contemporánea para no sólo habitar el presente sino, es más, poner nuevas ramas al porvenir. Lo cumple revelándonos incluso el rostro de esos otros-mentira, cuya infamia o cuyo silencio provocan vergüenza y desesperación al mundo y que toda escritura verdadera ha de tratar  de desenmascarar, nombrándolos hoy en  voz alta, como podemos escuchar en el poema Kiev, uno de los más duros y logrados del libro, donde Andrés descerraja el arma de su poesía contra los francotiradores y sus mudos cómplices. 

En el caleidoscopio de espejos de estos últimos poemas se va reflejando fragmentado el paisaje humano actual, las ciudades visitadas, la naturaleza traducida en conocimiento de uno mismo, los rastros que ha dejado en el poeta la lectura y el arte disfrutados. Desde sus rotas pero brillantes aristas surgen algunos poemas:Skaters”, “A un árbol del polígono”, “Efigies”, Marchantes de arte”, “No el arquero o “Mañana” (donde leemos “…¿Por qué no / celebrar todavía la audacia de esta sangre / que no acaba en nosotros, sino sigue / latiendo en el latido luminoso / de la ciudad?”),  todos ellos una excelente  muestra de la calidad de escritura de Andrés y con una impactante sinceridad y belleza.

Antes de cerrar el libro me detengo en las palabras de Espejos”, poema que, a modo de poética, resume su búsqueda de verdad y belleza en las calles, bajo la tormenta del presente, con la vista siempre hacia adelante.   Esas palabras atrapan los reflejos claroscuros del torrente de vida y conciencia que ha vertido el poeta y, desde ellas veo, ya bien despierta, que este libro va dejar en nuestra memoria, inscritos como letras de libertad y verdad sobre nuestro propio árbol, su sangre de auténtica poesía.
                                                

Trinidad Gan



TRINIDAD GAN en 1999 publica “Las señas del pirata”, poemario-plaquette editado en la colección Cuadernos del Vigía. Es invitada a participar recitando sus poemas en el VII Encuentro de Mujeres Poetas celebrado en Granada en Noviembre de 2002 y en el Festival Internacional de poesía de Costa Rica en 2014.
Ha publicado poemas en revistas ( Revista Litoral: La poesía de mar,2001 y Escribir la luz,2010-Revista EntreRíos y La Revista Áurea, ambas en 2012 , Rivista Letteraria Sagarana en 2013), Revista Estación Poesía en 2014 y Revista “Cuadernos áticos” en 2015. También se recogen poemas suyos en las antologías “La luna en verso” y “Ventanas” publicadas en 2013.
En el año 2009  consiguió accésit en los Premios del Tren en al año 2009 con el poema titulado “El fugitivo”. Sus últimos poemarios son: “Fin de Fuga”, XX Premio de Poesía Ciudad de Cáceres, editado por Visor en 2008 y “Caja de fotos”, XII Premio “Surcos de poesía, editado por Renacimiento en 2009. “Receta para el fuego (Antología poética)” en Casa de la Poesía, Costa Rica. “Papel ceniza” publicado por Valparaíso Ediciones en 2014.

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